La autocomplacencia, el no calor de las sábanas,
las no lágrimas, los no fondos en los
tequieros,
el no café, el no saber si es que yo no sabía querer
o es que tú no me estabas queriendo.
Y yo sabía que no me querías y me dejaba no querer.
Pensaba que si eso te aburría me empezarías
a besar con pasión,
a querer quedarte conmigo en la cama,
a sentir mariposas desde el corazón a la garganta,
a pensar en mí sin el ti del mí.
A querer quererme aunque ya no te quisiera querer.
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