Que un hombre susurre el nombre del hombre
al que ama mientras su susurro es víctima del estruendo de un tiro.
Y no se puede ser poeta, masón, vago o
maleante,
No se puede ser bohemio hoy, y qué nos
queda.
Si hemos perdido la liberación en la
palabra bajo el peligro del yugo.
Si en plena libertad del lenguaje te
sientas frente a una caja que emite luces y palabras limitadas por el derecho,
por el libro de estilo, por el gobierno de turno.
Cómo va a haber crítica, si nos asustan las
palabras que van más allá de la resistencia pasiva.
Si Robespierre levantase la cabeza de su
cesto de mimbre...
Cómo va existir la autonomía, si tienes que
unirte a un grupo para hacer bulto.
Nos sentimos pequeños porque la vorágine se
desata, y hemos dejado en manos de antiguas generaciones todo afán de cambiar
las cosas.
Nos supera y sentimos que nos folla la
impotencia. Que viene golpeando la libertad pero que la voluntad no nos toca.
Una cacerola, un silbato, una pancarta, un
código penal, antidisturbios, un palestino en verano, una cerveza fría, un “hoy
hemos cumplido, camaradas.”
Qué vergüenza, claro que me da miedo salir
a la calle.
Me acobarda cómo os doblegáis. Me acobarda
vuestro postureo y la vasta inconsciencia de la realidad por la que salís a dar
gemidos de progres a lo loco.
Me acobarda tener que callar en cada marcha
en la que se gritan cosas sin contrastar y generalizadas.
Me da asco salir a la calle hasta que eso
no signifique que los que tienen que cagarse de miedo se lo hagan encima porque
saben que sin leyes, sin pena, sin comisarías, antecedentes, reprimendas,
lesiones, juicios, broncas… Asesinaréis.
Asesinad la conciencia.
Volved atrás para hacer un impulso hacia
delante.
Pero no contéis conmigo hasta que vaya a
correr la sangre de la conciencia.
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